Para mucha gente, decir «Támesis» es decir «Londres». Desde las Casas del Parlamento hasta los lugares de interés cultural de la ribera sur, y desde el puente de Waterloo hasta la famosa Torre de Londres, sus distintivos edificios y puentes son tan conocidos por la gente que nunca ha visitado la ciudad como por los que han trabajado junto a este río por generaciones.

Pero el Támesis es mucho más que un conjunto de vistas, y no es exagerado decir que, sin él, Londres nunca se habría convertido en la metrópolis que es ahora. Los romanos fueron los primeros en reconocer su importancia, y con el paso de los años, el río ayudó a que la ciudad desarrollara su potencial como centro de negocios y de comercio.

Llegado el siglo XVI, la ciudad comerciaba con los lugares más remotos del mundo, y en sus muelles atracaban todo tipo de embarcaciones. La importancia del río aumentaba a medida que se expandía el Imperio Británico. A mediados del XVIII, se convirtió en una de las vías fluviales con mayor tráfico del mundo, y también una de las más contaminadas.

Pero se procedió a su limpieza y, por increíble que parezca, en la actualidad se pueden ver delfines nadando por su estuario. Y aunque los barcos se han trasladado a otros puertos y son otros los comerciantes que ocupan las torres del distrito financiero de Canary Wharf, el río sigue estando lleno de vida. Dé un lujoso paseo en barco, o si le gusta la aventura, haga un excursión en una planeadora RIB, y verá la historia —y el futuro— de Londres en una sola tarde.