De todas las ciudades en el mundo, lo más probable es que en Estambul se pregunte: «¿Por dónde empiezo?». Desde Santa Sofía hasta la Mezquita Azul, y desde la Cisterna de la basílica hasta el bullicioso Gran Bazar, en realidad, la pregunta debería ser: «¿Dónde termino?». Eso tiene una respuesta fácil. Tiene que terminar en un ‘hamán’ o baño turco.

¿Pero cuál elegir? Hay muchos por toda la ciudad; algunos de diseño moderno; otros, de dudosa reputación, y algunos que hay que ver (y sentir) parar creer. Uno de los más antiguos es el hamán Cağaloğlu de la calle Yerebatan. Se construyó en 1741 y, aunque tiene un exterior poco atractivo, cuando entre, prepárase para sorprenderse.

Los baños para hombres y mujeres están —naturalmente— separados el uno del otro, pero las instalaciones son similares. Y al igual que en todos los hamanes, se ofrece una gama de opciones de baño, desde el simple lavado relajante hasta una experiencia completa con masaje intenso vigorizante.

Cualquiera que sea el que elija, se sorprenderá por la increíble arquitectura del lugar —en especial, las losas de mármol para el masaje, las hermosas fuentes, las bóvedas y la cúpula de la zona caliente—, pero mire donde mire, encontrará detalles deliciosos y encantadores.

La cafetería del hamán le servirá un té o un jugo de naranja recién exprimido después del baño. De este modo, podrá rematar relajadamente esta magnífica experiencia y prepararse para una visita al Gran Bazar, que está a la vuelta de la esquina.